—¿Está todo listo para la fogata? — preguntó Isolda con su absurda voz de niña. Se encontraba sentada, atada de pies y manos. Aspiraba el aire fresco del campo y escuchaba atenta el canto de los grillos.
—Sí, no te preocupes mi vida, también estoy que me quemo de ganas por darte la sorpresa. No te desesperes. Espera un ratito más, lo tengo todo listo. En mi mochila tengo todo lo necesario…
—Joaquín esto no me gusta, ¿para qué tanto misterio?−le dijo mientras él la amordazaba y le daba las últimas indicaciones.
—Preciosa vas a hacer caso a todo lo que te diga. Es parte de la sorpresa — la besó en la mejilla tiernamente. Ella simplemente le regaló un guiño mostrándole que confiaba en él.
—Ahora cierra los ojos. Vas a comunicarte conmigo moviendo la cabeza. Cuando sea sí, la mueves de arriba hacia abajo y cuando sea no, de un lado a otro. Y por ningún motivo abras los ojos porque acabas con la sorpresa.
Encendió la fogata y le preguntó si era agradable el calor que sentía, movió la cabeza con delicadeza de arriba abajo.
—Mira Isolda así es lo que pasa dentro de mí cuando estoy contigo, el calor se manifiesta en mis adentros, eres ese calor. Una hoguera perpetua que me da impulso para vivir, es como si fuera una locomotora de vapor, sin la combustión interna que me da tu amor no podría funcionar.
Tomó un pequeño trozo de madera encendida y lo acercó a su pierna. — No te asustes. Así es como siento cuando tu cuerpo está cerca del mío, ese ardor, como un fulgor de pequeñas explosiones en cada una de mis células. Mira te va doler un poco, el amor a veces duele de tan poderoso que es, duele y quema… ¿Te gusta?
Movió la cabeza de un lado a otro y él acercaba más y más el pequeño trozo de madera. Abrió los ojos como queriendo decir “ya basta” cuando sintió la quemadura en su pierna.
—No querida esto apenas empieza. Hoy vas a sentir lo que yo siento cuando estoy contigo. ¡Te dije que no abrieras los ojos estúpida! ¿Qué no te han enseñado a seguir las reglas?
La mirada de Joaquín cambió por completo, era como un lanzallamas infernal que buscaba pulverizar lo que tuviera frente a él. Sacó la gasolina de su mochila y le roció un poco en la ropa.
—¡Ay Isolda no sé cómo puedes ser tan estúpida¡. El rostro iluminado por la fogata encendida mostraba el temor en sus pequeños ojos y los aullidos de los coyotes denotaban la soledad perfecta. Lástima que nadie podrá observar la combustión de tu alma, no te preocupes yo tomaré las cenizas y siempre las portaré conmigo, siempre estarás cerca de mi.En unos minutos se borrará tu belleza. ¡Que felicidad me haces sentir!, así debió sentir el primer hombre ante el hallazgo del fuego. Me entretengo viendo como la luz de la fogata se refleja en tus lágrimas haciéndolas brillar en la obscura noche. Fue tan fácil traerte aquí, tan sólo te dije “vamos al campo a tener una velada inolvidable, brillarás como nunca nena”.
¡Ja! es chistoso recordar como te conocí…
Esa tarde el dolor en mí mano era insoportable, una quemadura de tercer grado no es poca cosa, pero eso lo descubrirás pronto. El fuego me llevó a ti.
¡Ja! ¿sientes miedo?, no te preocupes si no puedes responderme, lo sé es imposible estando amordazada. No creas que te la voy a quitar para entablar el diálogo, nunca me gustó tu voz chillona, la aborrecía, todavía la aborrezco. Sin embargo, no debes de temer, yo te amo, uno olvida los pequeños detalles de la persona amada, todo lo demás de ti me encanta.
Sabes nunca pensé tan loables los cuidados para conmigo, y cómo iba hacerlo si era tu trabajo, tu obligación, te pagaban por eso. Sí lo sé el trabajo de enfermera es mal pagado y más en este país tercermundista. Pero no creas que estoy en la gloria, tampoco me va muy bien en la fábrica trabajando en la caldera, aunque no te lo niego, siempre me gustó ver arder las cosas. Mi fascinación por el fuego la notaste pronto. Hasta pensabas que eran poesía mis referencias al fuego. Recuerdo cuando te decía “Nuestro amor va ser un incendio que ilumine la noche obscura y los amantes estarán celosos de las llamas de nuestra pasión” siempre te lo repetía después de verte y sonreías. Era una pista muy tangible, no puedes quejarte argumentando inocencia. Así que está de sobra hacerse la sorprendida.
La abrazó fuertemente. Trató de oponerse pero fue inútil, la aventó a la fogata y mientras ella rodaba y ardía en el suelo, la miraba excitado con una sonrisa en el rostro.
Ay Isolda ya nadie podrá decir que mi amor por ti eran llamaradas de petate. Ahora sabes que lo que siento por ti es más intenso que un incendio.
—Sí, no te preocupes mi vida, también estoy que me quemo de ganas por darte la sorpresa. No te desesperes. Espera un ratito más, lo tengo todo listo. En mi mochila tengo todo lo necesario…
—Joaquín esto no me gusta, ¿para qué tanto misterio?−le dijo mientras él la amordazaba y le daba las últimas indicaciones.
—Preciosa vas a hacer caso a todo lo que te diga. Es parte de la sorpresa — la besó en la mejilla tiernamente. Ella simplemente le regaló un guiño mostrándole que confiaba en él.
—Ahora cierra los ojos. Vas a comunicarte conmigo moviendo la cabeza. Cuando sea sí, la mueves de arriba hacia abajo y cuando sea no, de un lado a otro. Y por ningún motivo abras los ojos porque acabas con la sorpresa.
Encendió la fogata y le preguntó si era agradable el calor que sentía, movió la cabeza con delicadeza de arriba abajo.
—Mira Isolda así es lo que pasa dentro de mí cuando estoy contigo, el calor se manifiesta en mis adentros, eres ese calor. Una hoguera perpetua que me da impulso para vivir, es como si fuera una locomotora de vapor, sin la combustión interna que me da tu amor no podría funcionar.
Tomó un pequeño trozo de madera encendida y lo acercó a su pierna. — No te asustes. Así es como siento cuando tu cuerpo está cerca del mío, ese ardor, como un fulgor de pequeñas explosiones en cada una de mis células. Mira te va doler un poco, el amor a veces duele de tan poderoso que es, duele y quema… ¿Te gusta?
Movió la cabeza de un lado a otro y él acercaba más y más el pequeño trozo de madera. Abrió los ojos como queriendo decir “ya basta” cuando sintió la quemadura en su pierna.
—No querida esto apenas empieza. Hoy vas a sentir lo que yo siento cuando estoy contigo. ¡Te dije que no abrieras los ojos estúpida! ¿Qué no te han enseñado a seguir las reglas?
La mirada de Joaquín cambió por completo, era como un lanzallamas infernal que buscaba pulverizar lo que tuviera frente a él. Sacó la gasolina de su mochila y le roció un poco en la ropa.
—¡Ay Isolda no sé cómo puedes ser tan estúpida¡. El rostro iluminado por la fogata encendida mostraba el temor en sus pequeños ojos y los aullidos de los coyotes denotaban la soledad perfecta. Lástima que nadie podrá observar la combustión de tu alma, no te preocupes yo tomaré las cenizas y siempre las portaré conmigo, siempre estarás cerca de mi.En unos minutos se borrará tu belleza. ¡Que felicidad me haces sentir!, así debió sentir el primer hombre ante el hallazgo del fuego. Me entretengo viendo como la luz de la fogata se refleja en tus lágrimas haciéndolas brillar en la obscura noche. Fue tan fácil traerte aquí, tan sólo te dije “vamos al campo a tener una velada inolvidable, brillarás como nunca nena”.
¡Ja! es chistoso recordar como te conocí…
Esa tarde el dolor en mí mano era insoportable, una quemadura de tercer grado no es poca cosa, pero eso lo descubrirás pronto. El fuego me llevó a ti.
¡Ja! ¿sientes miedo?, no te preocupes si no puedes responderme, lo sé es imposible estando amordazada. No creas que te la voy a quitar para entablar el diálogo, nunca me gustó tu voz chillona, la aborrecía, todavía la aborrezco. Sin embargo, no debes de temer, yo te amo, uno olvida los pequeños detalles de la persona amada, todo lo demás de ti me encanta.
Sabes nunca pensé tan loables los cuidados para conmigo, y cómo iba hacerlo si era tu trabajo, tu obligación, te pagaban por eso. Sí lo sé el trabajo de enfermera es mal pagado y más en este país tercermundista. Pero no creas que estoy en la gloria, tampoco me va muy bien en la fábrica trabajando en la caldera, aunque no te lo niego, siempre me gustó ver arder las cosas. Mi fascinación por el fuego la notaste pronto. Hasta pensabas que eran poesía mis referencias al fuego. Recuerdo cuando te decía “Nuestro amor va ser un incendio que ilumine la noche obscura y los amantes estarán celosos de las llamas de nuestra pasión” siempre te lo repetía después de verte y sonreías. Era una pista muy tangible, no puedes quejarte argumentando inocencia. Así que está de sobra hacerse la sorprendida.
La abrazó fuertemente. Trató de oponerse pero fue inútil, la aventó a la fogata y mientras ella rodaba y ardía en el suelo, la miraba excitado con una sonrisa en el rostro.
Ay Isolda ya nadie podrá decir que mi amor por ti eran llamaradas de petate. Ahora sabes que lo que siento por ti es más intenso que un incendio.
Ken Pérez.